De niño, y de adulto también, nunca me gustó la oscuridad, me sentía muy vulnerable y en mi época, hubo muchos apagones y teníamos que prender velas a esperar que volviera la electricidad, la cual podría alargarse hasta 2 o 3 días.
Una noche sólo en casa, se fue la luz, entonces tomé las llaves y salí a la calle a caminar.